domingo, 19 de julio de 2015

Capítulo 7: La Floristera de Cancún



            Érase una vez una niña muy bonita, muy bonita, muy bonita que se llamaba Landa. ¡Uy!, ¡qué imbécil soy! si eso lo he dicho ya. Y es más, no me parecía una forma muy apropiada para comenzar una historia. Voy a ensayar otra distinta:

            Había una niña que tenía un mundo en la cabeza, un mundo grande, enorme, aunque lleno de pequeños detalles. Un día su mundo llegó a ser tan grande que no le cabía en la cabeza, entonces en un bloc de dibujo se puso a pintar lo que ella imaginaba. Hay que decir que en el bloc solo había una pequeña parte de lo que ella tenía dentro.

            Landa era feliz porque sabía que no solo estaba hecha de carne y hueso, que había algo más y ese algo era su mundo interior.

            Entre Landa y yo hay una gran amistad, y a mí no me gusta que se rían de mis amigos o que les digan imbéciles o que les tapen la boca y no quieran escuchar sus historias. Porque todos tenemos una historia que contar. Por eso estoy escribiendo este cuento, para que sepáis que Landa es una niña que tiene un mundo en la cabeza, y el mundo interior hay que respetarlo mucho porque es frágil y se puede romper con facilidad. Yo sé que vosotros también tenéis un mundo interior y por eso creo que os va a gustar más esta nueva forma de empezar los cuentos: Había una niña que tenía un mundo en la cabeza... Y si es un niño: Había un niño que tenía un mundo en la cabeza... ¿Estáis de acuerdo?

            Pues bien, cuando Landa salió de la casa de Enrique y de su abuela, caminaba sin saber muy bien por dónde iba porque pensaba y no paraba de pensar en El País de la Sencillez.

            Quería construir unos nuevos jardines para que los Sencillos y las Sencillas estuviesen contentos y contentas, y a la vez ella enriquecer así su imaginación. Iba con las manos en los bolsillos y con un aire muy muy pensativo. Sin darse cuenta entró en la Gran Plaza que hay frente a los almacenes El Buen Precio. Y sin darse cuenta atravesó la meta de la carrera. Y así, sin darse cuenta hubiera atravesado toda la ciudad si no la despierta de sus pensamientos unas palmadas muy fuertes y unos gritos de alegría.

            -¡Bravo!, ¡bravo! -dijo Olga mientras agitaba unas banderitas celestes-. Sabía que llegarías, sabía que acabarías la carrera. No importa que no hayas sido la primera, no importa.

            Landa se puso muy contenta al ver a su amiga. Olga, con mucha reverencia, le puso una coronita de laurel en la cabeza como es costumbre entre los vencedores.

            -No nos engañemos, Olga, he llegado por casualidad -dijo Landa.
            -¡Qué importa! -dijo Olga- Has llegado y eso ya es suficiente.
            -Sí, pero no he ganado la tienda de campaña -dijo Landa.
            -Mejor, no te creas que es tan buena idea vivir en una tienda de campaña -contestó Olga.
            -¿No? -dijo Landa algo sorprendida.
            -No. Creo que debemos buscar otra solución -dijo Olga.
            -¡Uf!, estoy cansada de buscar soluciones para todo. Así nunca voy a tener tiempo para reconstruir los Jardines de la Sencillez -dijo Landa.
            -No te preocupes, esta noche la vuelves a pasar en el trastero y mañana ya pensaremos algo -dijo Olga.
            -Bueno, lo que tú digas -respondió Landa.

            Olga y Landa se encaminaron hacia la residencia y mientras andaban Landa no dejaba de pensar en flores y más flores, unas conocidas, otras enteramente imaginadas por ella. Pensaba en todas esas flores y en cómo las pintaría en la Página 2, la Página Blanca. Blun y Ríder se sentirían felices, los Sencillos y las Sencillas podrían disfrutar de un lugar hermoso y ella misma, cuando abriera el bloc, se sentiría satisfecha al contemplar lo que había sido capaz de crear.

            Cuando entraron en el portal del edificio donde estaba la residencia de Olga se encontraron de frente con la directora. Estaba enfadadísima, cogió a Olga de una oreja y la metió para dentro.
            -Y tú a la calle -le dijo a Landa-. Y toma esto.

            Sin decir una palabra más le lanzó a Landa todo su equipaje a la cara. Olga intentó salir, pero bruscamente la directora la agarró por los pelos y Landa se tuvo que ir sola.

            Landa caminó durante un buen rato sin saber dónde ir. Cruzaba los semáforos en rojo y se metía en una calle porque un perro pasaba por ella o porque sonaba una alarma o, simplemente, porque no había otra por donde pasar. Si su tristeza hubiera sido un mar, Landa se habría ahogado en él.

            En aquel momento, a lo lejos, le llegó una música a los oídos. Eran unos mariachis y cantaban Las Mañanitas. ¿No conocéis esa canción?, pues es muy famosa. Es una canción mejicana y dice así:

                        Estas son las mañanitas
                        que cantaba el Rey David
                        hoy por ser día de tu santo
                        te las cantamos aquí.
                        Despierta mi bien despierta
                        mira que ya amaneció
                        ya los pajarillos cantan
                        la luna ya se metió.

                        Que linda está la mañana
                        en que vengo a saludarte.
                        Venimos todos con gusto
                        y placer a felicitarte.
                        El día en que tú naciste
                        nacieron todas las flores,
                        en la pila de bautismo
                        cantaron los ruiseñores.

                        Ya viene amaneciendo,
                        ya la luz del día nos dio,
                        levántate de mañana
                        mira que ya amaneció.

                        Si yo pudiera bajarte
                        las estrellas y un lucero
                        para poder demostrarte
                        lo mucho que yo te quiero.

                        Con jazmines y flores
                        este día quiero adornar.
                        Hoy por ser día de tu santo
                        te venimos a cantar.


            ¿Verdad que es muy bonita la canción? A mí me gusta mucho. Pues bien, os voy a contar qué es lo que pasaba.

            Los Mariachis eran tres. Uno muy largo, muy largo, larguísimo, con pantalones cortos y una guitarrilla muy chiquitilla, se llamaba Coque. El segundo llevaba un sombrero muy grande y tocaba el violín, ese era Pito y la tercera, Bullita, casi no se veía porque tocaba una guitarra grandísima que la tapaba entera. Los tres iban a darle una serenata a La Floristera de Cancún porque era su cumpleaños.

            Landa, ni corta ni perezosa, cuando vio a los tres músicos, sacó su acordeón y se puso también a tocar. De la floristería salió La Floristera de Cancún muy contenta, con una sonrisa tan grande como la de un mono que encuentra un puesto de cacahuetes.

            -Gracias, gracias por el regalo -dijo la Floristera-. Pues me ha emocionado. No más, me ha hecho recordar mi tierra. ¿Por qué no entráis y lo celebramos?

            Bullita, Pito y Coque entraron en la floristería.
            -¿Y tú por qué no entras? -le dijo la Floristera a Landa. Landa se encogió de hombros-. ¿No aceptas una invitación en el día de mi cumpleaños? Anda, entra.

            Entraron todos a la floristería que olía a paraíso. Estaba llena, llena de flores. Había cubos con claveles rojos y cubos con claveles blancos, margaritas celestes y amarillas y rosas, había también orquídeas y lirios, había rosas rojas y había macetas por todas partes y esparraguera, mucha esparraguera para adornar los ramos que se llevaban los enamorados.

            -Flores así necesitaría yo para mi jardín -dijo Landa muy bajito.
            -¿Qué dices? -preguntó la Floristera de Cancún.
            -Que flores así me hacen falta para construir un jardín -repitió Landa.
            -Pues eso tiene solución. Cuando celebremos mi cumpleaños platicamos tranquilamente en mi casa -dijo la Floristera de Cancún.

            Cerraron la floristería y la Floristera de Cancún y sus amigos armaron una fiesta por todo lo alto, la música no paró en toda la noche. Además le regalaron una tarta de merengue y chocolate y en medio tenía dibujada una playa como las que hay en Cancún, la ciudad donde había nacido la Floristera y que tanto echaba de menos.

            Cantaron, bailaron, Coque y Pito contaron chistes, Bullita hizo piruetas e imitaba a gente famosa. La Floristera de Cancún se partía de risa. La verdad es que eran muy divertidos.




            Cuando a la tarta le faltaba solo un bocado para que se terminase Bullita dijo que quería irse, que tenía mucho sueño y que al día siguiente tenía que trabajar. Coque recordó que tenía que recoger a los niños que volvían de viaje fin de estudios y Pito se despidió deprisa y salió pitando. Así que se quedaron solas la Floristera de Cancún y Landa.

            -¿Tú no tienes que irte?, ¿verdad? -preguntó la Floristera.
            Landa agachó la cabeza y susurró muy bajito, muy bajito:
            -Yo no tengo a dónde ir.
            Creo que lo dijo tan bajito que la Floristera ni la oyó.
            -Venga, toca ese acordeón que ahora quiero cantar.
            Landa tocó casi todas las canciones que se sabía y la Floristera cantó, si es que a eso se le puede llamar cantar. Al poco rato sonaron unos truenos enormes y empezó a llover a mares. La Floristera sonrió orgullosa.
            -Por eso solo me permito cantar en el día de mi cumpleaños -dijo la Floristera señalando al cielo.
            -Tampoco lo haces tan mal -dijo Landa, aunque hay que reconocer que mentía un poquito.
            -Cantar es lo que más me gusta en la vida, pero lo hago fatal. ¿Tú qué haces bien? -preguntó la Floristera.
            -Pues toco el acordeón y... -Landa dudó un momento-: Bueno, también dibujo.
            -¿Tienes algún dibujo por ahí para que yo lo vea? -dijo la Floristera.
            -Sí. Mira, aquí tengo El País de la Sencillez.
            Landa sacó el bloc y se lo enseñó a la Floristera de Cancún.
            -¡¡Pero si están muy bien!! -dijo la Floristera llena de emoción-. Son diferentes a todos los que he visto antes.
            -Mira, esta es la Página de los Espejos de Colores que no dejan reflejarte -dijo Landa-. Esta es la Página de las Carreteras. Fíjate, todas son de chocolate menos una que es de tocino. Esta es la Página de los Árboles Distintos, éste es el Álamo Temblón, me lo encontré muerto de frío en un contenedor de basura, lo cogí, lo recorté y ahora vive aquí con los demás dibujos del País de la Sencillez.

            Landa, de pronto, guardó silencio.
            -¿Falta una página?, ¿no? -preguntó la Floristera.
            -Sí, -dijo Landa-, la Página de los Jardines.
            -¿Por eso decías que te hacían falta flores como éstas? -dijo la Floristera mientras señalaba con la mano todos los ramos y macetas que la rodeaban.
            -Sí -contestó Landa tímidamente.
            -¿Te gustaría tener unos hermosos jardines?
            -¡Claro que me gustaría! -contestó Landa.

            La Floristera de Cancún se levantó muy decidida y cogió una flor de cada clase: una orquídea, un tulipán, un lirio, una rosa, un clavel, una margarita y un manojito de jazmines. Les cortó los tallos a todas y las puso sobre la Página 2 con cuidado de no molestar a Blun y Ríder y después cerró el bloc. Sobre el Bloc puso encima un libro muy gordo.
            -Ya está -dijo la Florista.
            -¿Ya está? -preguntó Landa.
            -Sí, dentro de un mes lo abriremos y verás los jardines más bonitos del mundo, le echas un poquillo de pegamento y ya está, te durará toda la vida.
            Landa sonrió con cara de pillina, estaba muy contenta. ¡Por fin había solucionado el problema de los jardines!

            En ese momento golpearon las persianas de la tienda, era Coque, el marido de la Floristera, con Narciso, Floro y Rosalinda, sus hijos.
            -Bueno, yo me voy -dijo Landa mientras recogía sus maletas y su acordeón-. Dentro de un mes volveré por el bloc.
            -Pero ¿adónde vas a ir tan tarde? -preguntó la Floristera.
            La verdad es que Landa no tenía ninguna respuesta que dar, así que se estuvo muy calladita.
            -Mujer, quédate aquí a pasar la noche -dijo la Floristera de Cancún.
            Y Landa se quedó.


                                   UN MES MÁS TARDE


            Un mes más tarde Landa sabía hacer ramos de novia y centros con flores y frutas y plantaba perejil en macetas grandes.

            Un mes más tarde Landa seguía viviendo con la Floristera de Cancún, con su marido Coque y con sus hijos Narciso, Floro y Rosalinda.

            Un mes más tarde se reunieron todos alrededor de una mesa: Coque, Narciso, Floro, Rosalinda, La Floristera de Cancún, Pito y Bullita, Enrique y su abuela, Olga y Landa y abrieron el bloc por la Página 2, que ya no era una página blanca sino que estaba llena de flores preciosas y era la única página perfumada de los Jardines de la Sencillez.

            Un mes más tarde, los Sencillos y las Sencillas hicieron una fiesta gigante para celebrar que ya tenían jardines perfumados. Blun aprovechó para exponer sus investigaciones sobre el mundo exterior y Ríder mostró un primer boceto de la cara de Landa.

            Así fue cómo le llegó la felicidad a Landa, cómo se sintió acogida en una familia y cómo construyó unos nuevos jardines.

            Todos podemos crear jardines dentro de los libros... Vosotros también podéis poner una flor entre las páginas de este cuento y abrirlo un mes más tarde. Veréis como se convertirá en el libro más hermoso de la tierra gracias a vuestra ayuda.

            Bueno, aquí se acaba la historia de Landa. Bueno, ahora que me doy cuenta no puedo terminarla porque no os he dicho cómo Landa aprendió a dibujar. Estoy temblando, otra vez he metido la pata. Tiemblo más que el Álamo Temblón: es que Landa aprendió a dibujar hace tiempo, quiero decir que eso ocurrió antes de que conociera a la Floristera de Cancún. ¡Uy!, ¿Qué voy a hacer? La verdad es que a Landa la enseñó a dibujar un amigo suyo que se llamaba Polo. ¡Qué lío! Ahora tenemos que echar marcha atrás y yo no sé conducir como Tórcer. Y es que las historias hay que contarlas desde el principio, desde luego como siga así nunca, nunca voy a llegar a ser una Bicicleta de Agua. Bueno, yo lo voy a intentar, esto no hay que pensárselo mucho. Es como nadar, se aprende poquito a poco.





                                                                                               (Fin)

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